jueves, 21 de octubre de 2010

H. VAN DOREN


Viendo en mi mesa de trabajo los esquemas de las cuatro conferencias de Silo; los Vedas; la Biblia; el poema de Gilgamesh; los estudios sobre los jainas; los escritos de Plotino; el Popol-Vuh americano; la Filosofía de la Religión de Hegel y los recientes estudios del Estructuralismo, viéndolos, pudiendo establecer relaciones internas e inequívocas entre todos ellos (tran separados en las culturas y en el tiempo), me detengo y me pregunto: "¿Todo esto para qué?"

Cuando la prédica de Silo, algo insólito en este continente americano, algo fuera de lugar, completamente en este contexto cultural colonial, se lanzó a todos los vientos, ¿qué fue lo que recogió nuestra intelectualidad? Recogió la burla periodística y se informó acerca del número de zapatos de Silo, acerca de su estatura, acerca de su peso, acerca de sus preferencias por tales o cuales clubes de futbol. Hasta el día de hoy, no he leído una sola crítica inteligente o por lo menos erudita de nuestros intelectuales. Todo ha sido desproporcionado y rídiculo.
El colonialismo cultural a que está sometida nuestra América impide ver que en ella ha surgido algo nuevo, algo que le da sentido. Como de costumbre, nuestros intelectuales siguen mirando a Europa, URSS o USA y es curioso que allí (y no acá, por cierto) se estudien los aportes del pensamiento siloísta.
Visto todo esto y no por falta de fe, sino por una suerte de fatiga moral, es que me abstengo de hacer más consideraciones que resultarían por ahora inútiles a nuestros estudiosos de Latinoamérica.
Por estas extrañas asociaciones, recuerdo ahora esta frase: "Si los tuyos te rechazan, sacude el polvo de tus sandalias y ve y predica a los gentiles en mi Nombre..."

H. Van Doren
Octubre de 1972

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