Esto nos lleva a ver el concepto de la existencia “en sí” y la existencia “para otros”. Hay quienes, al no disponer de centro de gravedad siempre están dependiendo de los demás, de los valores externos, resultando huecos por dentro, llevados por el oleaje externo permanentemente siendo arrastrados como hojas por el viento y moviéndose con una mirada externa donde todo se ve plano, movidos por hilos externos y sin profundidad.
Con la mirada interna todo se dimensiona.
Es importante comprender los mecanismos de la fascinación que producen la pérdida del centro de gravedad.
Uno puede fascinarse por poca cosa, por una hormiga, una piedra, y mucho más por las personas, equivocándose y produciendo sufrimiento.
Así llegamos a ver que el problema es que el ser humano sufre por pequeñeces, no por grandes acciones y se frena todo. Además, al no poder sustentarse ese sufrimiento por nimiedades, mecánicamente se inventan “grandes problemas”, “enormes sacrificios”, “traumas dramáticos”, “tremendos inconvenientes”, etc. Todo inconsistente. No es poca cosa el poder superar las fascinaciones y ver claro. Este sufrimiento por pequeñeces confunde mucho a la gente a la hora de hacer lo que realmente quiere y realmente se frustra.
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