Quererse humano es querer un mundo en el que el valor humano de uno y de los demás, cobre categoría de tal en reemplazo del hombre-mercancía, del hombre-productor o consumidor.
Quererse humano es no desear un mundo de trabajo imbecilizante sino humanizante, en donde la producción sea el correlato material de la solidaridad y donde cada cual produzca según su posibilidad, recibiendo según su necesidad. No según la necesidad que algunos quieran fijar.
Quererse humano es quererse con intimidad y ser para otros garantía de la intimidad. Es quererse individuo pleno y sentir el para-sí y para-otro con la misma fuerza solidaria.
No es quererse humano explotar y ser explotado, controlar y ser controlado, espiar y ser espiado.
Quererse humano es por consiguiente: quererse en un mundo no autoritario, no burocrático, no partidario. Sino en un mundo que siempre estuvo en el corazón de los hombres buenos y acicateó su imaginación y sus obras fuera de la época, fuera de la prehistoria en que vivieron.
Quererse humano es querer salir de la prehistoria produciendo una ruptura temporal y entrar en la historia verdadera y cálidamente humana.
Quererse humano es querer una nueva sociedad en la que no se sienta el freno o el control, sino la total incapacidad de ejercer cualquier violencia propia de la prehistoria humana.
Quererse humano es querer un mundo en el que no sea necesario utilizar la palabra "amor" por pudor y por sobreentendida.
Quererse humano es querer una sociedad en donde la posibilidad humana no esté reprimida y en donde la búsqueda interior y personal no sea una fuga de la realidad.
Quererse humano es querer un mundo en que la razón y el saber no tengan ya inquisiciones y en el que incluso la poesía pueda oponerse a la razón sin división interna del poeta.
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