lunes, 20 de diciembre de 2010

1969 / LA SEGUNDA ARENGA PROHIBIDA


En un barrio obrero de la ciudad de Córdoba, Argentina, se esperaba a Silo. Pocas horas antes se impedía la concentración del pueblo en el lugar escogido. Las emisoras trasmitían comunicados alertando sobre la prohibición del acto... Pero demasiado tarde. Esta vez se desencadenó la violencia y los seguidores fueron agredidos injustificadamente.

No obstante el pacifismo manifiesto de la multitud, hubo no menos de sesenta detenidos. Los informes oficiales dieron cuenta de “pequeños grupos” y de “once detenciones”. Las cámaras de TV captaron, y luego difundieron, un cuadro distinto Silo reunió esa noche en un local cerrado a un centenar de simpatizantes. Se permitió la entrada solamente a las personas más próximas.

En esa oportunidad dijo: “He dicho y repetido más de una vez; que respondiendo al pedido de quienes desearon oír mi palabra, traté de expresarla. Que esto se haya podido realizar o no, es un simple accidente. Lo que si me parece importante, es destacar que aquí no hay un maestro, ni un guía, ni un líder. En todos los casos respondí al llamado y traté de comunicar mis experiencias, pensando que podrían servir para que cada uno las confrontara con las propias. Pero aquel que de esas palabras ha hecho un dogma, agregó un nuevo eslabón a su cadena. Cada uno es su propio maestro en las experiencias fundamentales y cada uno tiene derecho a comunicarlas a otros. Impedir lo segundo es además de tontería, señal de brutalidad. Confundir la expresión con una enseñanza es en ocasiones un error, en ocasiones debilidad interior. En las cosas del espíritu, pueden darse algunas herramientas pero en definitiva uno mismo es el artesano, uno mismo realiza su experiencia. Quien no comprende que un Maestro o un dogma o una religión no salvan a la propia conciencia, no comprende entonces el sentido de la experiencia que trato de comunicarle y a la vez (por este hecho) queda demostrado que mi intención ha fracasado. En tal situación de mal entendido, es preferible que no escuche lo que digo a que deforme mis palabras, porque esto último induce el error en otros que también están en la búsqueda.

Cuando digo: “Siente, piensa y actúa en la misma dirección” estoy exhortando a que se realice una nueva experiencia de la que cada uno debe extraer sus consecuencias. Cuando invito a la meditación, sugiero que cada cual experimente el silencio y escuche la voz de su conciencia. Cuando digo: “Actúa sin violencia” doy referencias para que las experiencias fundamentales tengan un ámbito en el cual echar raíces. Algún teórico ha dicho que esto es un simple eticismo, pero me parece que tiene más grandeza que el eticismo, dado que tales sugerencias tienen como finalidad, poner una situación humana desde la cual cada uno pueda hacer su propio lanzamiento o su propio buceo según le parezca.

Otros objetan que aquí no hay un nuevo mensaje. Si la palabra “mensaje” quiere decir para ellos “enseñanza” tienen razón. Si se refieren en cambio a la comunicación de experiencias, creo que se equivocan. Que el lenguaje a fuerza de conocido resulte viejo, no implica que las expresiones cobren nuevo significado cuando, desde luego, hay otra conciencia haciendo esfuerzos por abrirse a significados nuevos. Por otra parte, ¡qué insustancial resulta el juicio por la novedad como si se tratara de vender el último modelo de un refrigerador! Amigos míos: para saber de qué estamos hablando es necesario aprender a escuchar y esto es muy difícil porque debe acallarse el “ruido” interno que todos hacemos de continuo, acostumbrados como estamos desde la niñez a objetar y discutir algo antes de comprender de qué se trata.

Casi todos los presentes están familiarizados con estos razonamientos, pero precisamente por esto puede ser que muchos estén adormecidos a una forma de ver y sentir todo de un modo nuevo, de un modo sin memoria, sin acondicionamiento. No ignoro que la transmisión de las experiencias debe adecuarse al lenguaje que cada uno es capaz de asimilar, no se critique luego que utilizo distintos niveles de expresión según sea aquél que me escucha. Aun cuando se empleen distintos niveles, el sentido final es siempre el mismo, así se lo arregle como conjunto de preceptos morales o se lo explicite de un modo más o menos culto. Pero mi intención al llamarlos aquí no ha sido la de hablar de estos asuntos, sino la de trabajar con ustedes a fin de lograr la inmediata liberación de las personas detenidas en barrio Yapeyú. Veamos cómo logramos esto...”

26 de Septiembre de 1969

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