El “yo” permite moverse en el mundo, pero si “volaras” (desconectaras) por un momento el “yo”, al reconectar no sabrías que decir, de lo que pasó solo tienes un vago recuerdo, unas reminiscencias. De “aquello” no se sabe nada, solo traducciones. Cuando hables de “eso” esas serán traducciones, no es ese mundo, porque “eso” se mueve en otros tiempos y en otros espacios: son traducciones de esos tiempos y espacios Sagrados.
Si por un instante uno suspendiera el funcionamiento del yo y conectara con lo Profundo, podría experimentar una cantidad de cosas que pasan en ese instante, sin tiempo y sin espacio. Que después para contarlas en este tiempo y espacio tendría que traducirlas de algún modo, porque si no las traduce, no hay modo de describirlas; sólo traduciendo, de acuerdo al paisaje epocal y al de cada uno. Y puede hacerlo por lo que recuerda, por la reminiscencia de aquello que ha experimentado. Y a lo mejor cuenta una de cosas que le han pasado.... en el tiempo de un pestañear de ojos...
Con las traducciones de esas reminiscencias, de esos contactos con lo Profundo, es que se arman las religiones externas. Sin duda han tenido esos contactos, imagínense un Mahoma o un Buda, la de cosas que traducen después para contar esa experiencia.
De lo Profundo se pueden hacer diferentes relatos, dioses y cosas, pero lo que existe son significados profundos que pueden darle sentido a todo. A nosotros nos interesa la experiencia misma, los procedimientos para llegar allí “donde moran los dioses”. Los significados de las cosas, en la vida cotidiana, son como significados caídos de aquellos más profundos.
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